jueves, 11 de febrero de 2010




LOS PREOCUPADOS







“El primer llanto del recién nacido
es la primera queja de la nada
ante la prepotencia de la vida”



Dalmiro Sáez.




Hace muchos años atrás leí un graffiti, no recuerdo donde, que decía: “Crecer es ir descartando sueños”. Me impactó, crecí, desalojé algunos sueños. Los que se quedaron acompañándome y no sé porqué, un condimento los adobó: "la preocupación”. Algunos sueños mutaron a pesadillas. Fue el principio de mi insomnio. No dormí nunca más igual.

martes, 2 de febrero de 2010



¿FELICIDAD TOTAL?

He cometido el peor de los pecados,
Que un hombre puede cometer.
No he sido feliz.
Que los glaciares del olvido,
Me arrasen y me pierdan,
Despiadados.”

Jorge Luis Borges



Me hallaba en el shopping buscando un libro de mi interés. De repente se abalanza sobre mí, un gordo semi calvo con un abrazo envolvente y asfixiante. Me repongo.
-¿Cómo andás, tanto tiempo?-.
Lo reconocí de inmediato: era El Flaco, miembro de la pandilla del barrio, quien se encargaba de conseguir la pelota cuando caía en la casa de los vecinos menos queridos. Siempre poseía buena información del lugar y de sus habitantes; era el portavoz del chisme latente. Los años y kilos, habían hecho un grotesco trabajo en su cuerpo. Comentó algo de su vida y de la ajena: -¿Te acordás del Ale?-.
Sí, como no, fue mi mejor amigo de la infancia, pensé, nos hermanaba la obsesión por la número cinco, como si la pelota fuese nuestro primer gran amor. Compartiendo todo lo posible en aquel universo infantil, éramos inseparables.
¿QUÉ PUEDE
UN HOMBRE?




“Dicen que el hombre
no es hombre,
mientras no oye su nombre
de una mujer”
                  Antonio Machado



Es baja, no llega al metro sesenta, unos treinta y siete años casada. La vida le ha dado dos hijos. Ahora piensa si la primera vez que lo miró no lo hizo encandilada. Ya no es lo que era, la debacle es inminente. No sabe lo que quiere, pero lo quiere ya, tal vez emulando al gastado refrán rockero. Un grupo de amigas ofician de consuelo y comienzan a hacerse eco de la breve crónica de un fracaso conyugal, como si se tratase de un espejo multiplicador de imágenes en donde el desahuciado yo de la diminuta mujer se refractaría en varios más. Comenzaron los comentarios, no se trataría de la señora en cuestión sino en un tema adueñado por el ávido colectivo femenino. Ya no era tan sólo el naufragio de un marido devaluado, sino la mira fue enfocada a la figura masculina en general: “Ya no hay hombres, Hombres eran los de antes”, “Son todos iguales…”, entre otros.