martes, 2 de febrero de 2010



¿FELICIDAD TOTAL?

He cometido el peor de los pecados,
Que un hombre puede cometer.
No he sido feliz.
Que los glaciares del olvido,
Me arrasen y me pierdan,
Despiadados.”

Jorge Luis Borges



Me hallaba en el shopping buscando un libro de mi interés. De repente se abalanza sobre mí, un gordo semi calvo con un abrazo envolvente y asfixiante. Me repongo.
-¿Cómo andás, tanto tiempo?-.
Lo reconocí de inmediato: era El Flaco, miembro de la pandilla del barrio, quien se encargaba de conseguir la pelota cuando caía en la casa de los vecinos menos queridos. Siempre poseía buena información del lugar y de sus habitantes; era el portavoz del chisme latente. Los años y kilos, habían hecho un grotesco trabajo en su cuerpo. Comentó algo de su vida y de la ajena: -¿Te acordás del Ale?-.
Sí, como no, fue mi mejor amigo de la infancia, pensé, nos hermanaba la obsesión por la número cinco, como si la pelota fuese nuestro primer gran amor. Compartiendo todo lo posible en aquel universo infantil, éramos inseparables.

-Le ha ido muy bien: tiene plata, prestigio de buen profesional, la esposa es un camión…
El ex Flaco se le hacía agua la boca, por el placer de la información que me estaba trasmitiendo. Lo lo ví como si tuviéramos ocho años nuevamente...No paraba de hablar.
Continúo con el relato:- Pero anda muy triste, exclamó, creo que está tomando pastillas para la depresión-.
Le pregunto:-¿Qué le paso?-.
- Hace unos meses se le murió el abuelo…Tenía como noventa y cinco años, andaba mal el pobre. No lo comprendo, teniendo todo y ponerse así…-.
Charlamos un poco más, algo agotado de mi parte, nos dimos un abrazo y despedida. Necesitaba con urgencia salir de ahí; la catedral del derroche se me venía encima, la gente compraba con avidez, otros que eran más, devoraban las vidrieras con las miradas hipnotizadas por el brillo de los objetos, niños entusiasmados con su cajita feliz, en fin… Sentí un exceso, la presencia del escenario de la plenitud: no me convencía.
Opté por retirarme, masticando lo escuchado por El Flaco. “Alejandro tenía todo, estaba completo, era feliz, pero se sentía triste”… algo no cerraba. Forcé una asociación de ideas y me vino a la cabeza, casi inmediatamente, aquel texto de Sigmund Freud, titulado “El Malestar en la cultura” en el cual se preguntaba: ¿Por qué le es tan difícil a los seres humanos obtener la felicidad y mantener alejado el sufrimiento? Afirmando sin vacilar: “Ya en nuestra constitución, la felicidad como fallida en el ser humano, pues limita nuestras posibilidades de dicha”, advirtiendo así la imposibilidad estructural al respecto. Señala allí tres fuentes: “La hiperpotencia de la naturaleza, la fragilidad de nuestro cuerpo, y la relación con los otros seres humanos”. Freud ubica también sus paliativos: la religión, el arte, el amor, la intoxicación y se podría añadir actualmente los objetos diseñados a la sombra del capitalismo y de la mano de la tecnociencia. El padecimiento, la angustia y el dolor entre otros pueden ser resueltos por dichos objetos. Todo puede esperarse del objeto, nada del Sujeto, el mismo es convocado a elegir, reconocer no su deseo sino los objetos de su deseo. Como consecuencia inmediata la causa de su deseo, allí donde su verdad única e intransferible que además no es toda sino algo, tiene su morada, se haya obturada, silenciada. Y conlleva efectos.

¿Qué sucede hoy en día?
Hace tiempo que se duplican los esfuerzos para hacer creer que la felicidad plena es posible. Suena a Ideal, y, como todos los ideales, intimidatorio; no nos deja descansar, más nos empeñamos en alcanzarlo, con esfuerzo simula una respuesta de satisfacción, aunque tan segura como un plazo fijo depositado en un banco de la República de Yugoslavia…
La alianza del capitalismo y la ciencia nos indican que, ser feliz consiste en poseer objetos materiales que gozan de la ilusión de completud, se instauran como causa de deseo enlazados a nuestro cuerpo. Un ejemplo notorio es el fatigoso cuidado del mismo en pos de la salud: dietas, ejercicios, cirugías que intentan borrar el paso del tiempo. En el fondo de los entretenimientos se asoma un miedo franco a la muerte, la cual es un acontecimiento inexorable para nuestras vidas, desde el día que nacemos.
La mencionada fraternidad indica, de manera solapada pero sin dejar de ser categórica, un imperativo: consume todo lo que la vida te permita. Como ideología de nuestro tiempo hay que consumir; eso sí, la vida también es diseñada y orientada por la misma cofradía…
Cabe destacar que no todos pueden acceder a lo ofrecido por el sistema: los pobres se encuentran segregados del mismo, y, en muchos casos los efectos se hacen presente como contra cara de la felicidad, su lado más siniestro y violento. Ni hablar de los muertos quienes quedan ajenos del circuito del consumo.
A esta altura ignoro lo que es la felicidad absoluta, para ser sincero, no sé si la deseo. Vuelvo a Alejandro, mi amigo entrañable, según los dichos del Flaco, tenía todo. Tener todo puede transformarse en insoportable. ¡Cómo puede estar deprimido¡ Se le murió Antonio su abuelo, una persona como pocas, doy fe.
Cavilo: ¿Depresión?… ¡No!, tristeza, gran diferencia. Sin dudas algo de él se ha ido junto con la muerte de su abuelo y para siempre. Tal vez tendrá que reconstruir la perdida de Antonio; dicho trabajo no es sin dolor. No se encuentra enfermo, sino que se haya atravesando un duelo. Es posible que no descubra una respuesta inmediata, sino un trayecto que tendrá que surcar con su tiempo y de manera singular.

¿Qué será La Felicidad entonces?
Pienso en Ale, cuando en nuestra infancia su abuelo, tomándonos de nuestras manos, nos llevó hacia un descampado, relatando anécdotas futboleras de su juventud, cargadas de épica. Era la primera vez que íbamos a un verdadero potrero a patear una pelota, los zapatos de fútbol ajustados para la ocasión, caminando se nos salía el corazón de la camiseta, arengados por el colorido anecdotario de Antonio. Pasamos hasta el atardecer gritando goles imaginarios, corriendo, revolcándonos, enredados con la pelota, cuellos transpirados y envueltos en olor a juegos de niños. Con la fuga de los pájaros cayó el telón de la noche, terminó el partido, volvimos los tres a paso cansino. Estuvimos gozando ese instante que ha sido perpetuo.
Ahora lo pienso, y creo de modo profundo, que es la mejor definición de felicidad que trama mi cabeza.
Me estoy poniendo nostálgico, hecho de menos a Antonio… corrijo: más allá de él, a ese momento que fue ayer, el cual se actualiza hoy y pensando en el mañana me causa una particular sensación. ¿Curioso, no?, reflexionar la felicidad desde algo que no tenemos, en fin, que estará perdido para siempre.
No obstante, la llevo conmigo y no tiene fecha de vencimiento.





9 comentarios:

  1. escuche que la infancia y el pasado en general son tambien como un paraiso perdido...
    y los recuerdos mas felices son los mas simples, los compartidos con las personas amadas, sera entonces cuestion de vivirlos...

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  2. me pregunto cuanto de esto que llamamos "felicidad" tiene que ver tambien con saber a los que amamos "felices"....no?
    Me gusto mucho Fabian.Quedo este como un lugar de encuentro. Un abrazo grande

    Horacio Heras

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  3. Me gusto muchisimo. Lo fascinante de tus textos es que te hacen reflexionar sobre aspectos de la vida que todos vivimos pero nunca nos detenemos a pensar. Seguí así!

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  4. Otra forma de ver la felicidad...Me gustó el recorrido.

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  5. Para pensar que lugar le damos a las cosas...¡

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  6. El blog me la pasó un amigo y lo vi de rebote. Sorpresa, terminé enganchada. Leí los relatos, repasé los videos. Me encantó¡

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  7. Me gusto mucho, para pensar el tema de los objetos que nos inundan. Todo un tema

    Juan

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  8. Por dónde pasará ser feliz...?

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  9. Muy bueno, para pensar y re pensar.
    El blog me encanta.
    saludos

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