DOMINGO
“Nuestro gran tormento en la vida proviene
de que estamos solos y todos nuestros actos
y esfuerzos tienden a huir de esa soledad”
“Nuestro gran tormento en la vida proviene
de que estamos solos y todos nuestros actos
y esfuerzos tienden a huir de esa soledad”
Guy de Maupassant.
Hoy no es sábado, claro, ya es domingo. Terminé de encender el fuego. El sol de una mañana tardía se encuentra herido de muerte, las nubes invernales han hecho su frío trabajo. No quería excusas que me decaigan, el invierno puede que venga como anillo al dedo en tal caso.
Regresé a los preparativos con entusiasmo. Lo único que quiero es que salga todo como lo había imaginado: la mesa servida, los amigos indicados para la ocasión (excluidos lo de mal carácter, pesimistas, los que llevan la agenda en la lengua, los proclives a los bostezos, abstemios, futuristas, los que nunca se olvidan la hoja de ruta, entre otros). Música con sahumerio “made in india” incluido, con tal de darle buena onda al momento. Para ir al grano, el plan consistía en sacarse de encima a la soledad, salirle al ruedo sin desesperación pero con la firme convicción de hacer algo diferente con ella, caerle de sorpresa y si fuese necesario torearla. Mirarla de frente.
Salí al patio; en la parrilla las brasas demandan carne y sus pedidos son órdenes. El asado ruidoso le da ritmo al ritual. En un instante mirando el fuego como hipnotizado me cuestiono: ¿Qué será la soledad?
No me refiero a la soledad circunstancial que abraza una pérdida de algo o alguien importante, querido… Mientras me lamo la ausencia me recupero, cicatrizo, reciclo una herida, amortiguo recurriendo a mis reservas, toda una elaboración. No es por ahí.
Y tampoco es aquella que se eternifica con la pérdida del otro convirtiéndolo en sinónimo de pérdida de Todo. Con el otro se va la existencia, el mundo, la propia vida. Sería engolosinarse con la tragedia hasta que destile olor a melancolía donde una vocesita punzante y penosa nos acorrala diciendo: “la vida no tiene sentido…”, extendiéndose a su brazo armado; el suicidio.
Ni es aquella soledad omnipotente que se calza el traje del aislamiento. Sí, el de la isla paradisiaca del pensamiento cuya principal bandera flameante lleva inscripto el refrán: “Más vale solo que mal acompañado…”. Esta soledad nos hace abrazarnos y tocarnos a nosotros mismos y se la suele denominar amor propio (para otros autoestima). Es el amor de nuestros desvelos, como son los primeros amores, pegajosos, y tienden a satisfacerse solos. Nunca se ponen en riesgo son esencialmente, en el fondo, tristes y aburridos.
No estoy hablando de la soledad doliente y exhibicionista que por momentos es un llamado, una manera de seducción, de atraer al otro…como un plan estratégico.
Sin embargo mi soledad distaba de ser un atributo dramático.
De pronto, un ruido humano me saca de las conjeturas. Llegan los comensales, el ambiente se puebla de brindis, risas, anécdotas, la carne estaba como nunca, conversaciones borrachas, postre. La sobremesa se estiró hasta la tarde. Gente revoloteando por la casa con mate y facturas en mano, mientras el gris plomizo del cielo se opaca más todavía. Entrando en la franja horaria de las 7 p.m. los ánimos decaen levemente. Mirar el reloj parece un ejercicio de moda: siempre tienta a más de uno. ¡Peligro!, zona de riesgo: el entusiasmo tiende a apagarse como de repente se marchitan las rosas bien intencionadas del florero que descansan arriba de la chimenea.
Retorna la eterna pregunta: ¿Qué le sucede a la gente los domingos por la tarde? No sé, pero algo pasa.
Sale la última persona que queda en casa. Cierra la puerta, antes me saluda con un afectuoso abrazo, después se va. Ya no hay nadie que desee sostener una conversación ni que pida determinada música. La pandilla antisoledad abortó el plan.
Reviso las habitaciones, ventilo el ambiente abriendo todo lo que se tenga que abrir (ventanas, ropero, puertas, banderolas, heladera). Estoy solo y puedo hacer lo que quiera… el mutismo se instala. Ahí en el medio de la quietud sin alarmarme, me arropo en el deslucido gabán del coraje y decido salir a dar un paseo. Afuera, ni un alma; un auto pasa con ritmo de domingo, quemando combustible para así incendiar el tiempo. Continúo con el recorrido, camino mirando los detalles de las baldosas (colores, roturas, texturas, las que faltan, las tramposas, las fuera de lugar), piso las últimas hojas de un otoño que languidece despidiéndose. El viento de la calle intenta limpiar los olores dominicales.
Una vidriera me ilumina la cara. Levanto la vista, observo la ropa del maniquí y la imagino en mí. El maniquí tiene una mirada de muerto reciente, no me entusiasma mucho la idea de ser él, su ropa dejó de ser seductora.
Cae la noche y más frío, comienza a lloviznar, no tengo ganas que un resfrío sea el que me acompañe en los próximos días, aunque pueda mantenerme ocupado. No estaría tan solo, sería la gripe y yo. Suena a título de película de bajo presupuesto y cuyo protagonista sería un monótono hipocondríaco de escaso vuelo.
Apuro el paso y cruzo el bulevar en una esquina cualquiera. Luego me detengo en un pequeño kiosco a comprar una cerveza para aceitar los engranajes y un chocolate, a pesar que no soy amante de lo dulce. Resuelvo regresar.
Llego a mi domicilio. Lo primero que piensan los hombres cuando están solos es: “Qué bueno sería deambular tranquilamente desnudo por la casa…”. Así es, decidido termino la cerveza de un trago y empiezo a sacarme la ropa a ritmo de un stripper mal nutrido y de baja estatura hasta quedarme en calzoncillos…voy por más.
De repente percibo una vergüenza y miro a los costados por las dudas que las paredes me delaten. No tengo el valor suficiente para continuar. Desisto de la idea y comienzo a vestirme nuevamente. Busco el pantalón mirando el piso; ahí estaba, de alfombra justo debajo de mis pies. Con un rápido movimiento vuelve a ser pantalón. Me toco el bolsillo derecho, introduzco la mano y al sacarla: ¡Sorpresa! Un chocolate derretido se escurre entre mis dedos; a medida que lo miraba recordaba tus pedidos. El puré de chocolate es el representante de lo que no te dí, ni antes ni durante ni después que nos dijésemos para siempre adiós. ¡Ah! y casi me olvido de aquel momento cuando el florero con flores bien intencionadas venía por el aire y esquivé de puro reflejo; una imagen que jamás se me borrará de la memoria.
No extraño ningún tipo de ausencia en sí. De golpe, el chocolate me condujo al vacío de mi cuerpo que se encuentra recubierto de formas, acciones, ideas, palabras que poco protegen. Me rasco la cabeza y con esfuerzo pienso: "-Es imposible la soledad-" Siempre existe el ronroneo de un Otro desde el interior de nuestras entrañas, desde lo más profundo, llámese alma, espíritu, cultura, recuerdos, dios o lo que fuese. En el mejor de los casos existe un diálogo que amortigua la prepotencia de la nada.
Ya es tarde, así y todo, no me convenzo. Observo a mi alrededor y me doy cuenta; que estoy solito e inquieto. El tiempo empezó a correrme; me corre y se va escabullendo. No quiero quedarme rezagado, es decir, enredado al hueco disimulado con forma de domingo. Ni teorías, ni hipótesis, ni conjeturas me sacan de las arenas movedizas del último día de un especial fin de semana. Enhebro una terminante definición; me tiembla el pulso pero no importa, me comprometo a que sea casera, auténtica y propia. Se mezcla con los pensamientos un miedo que da calambres. Miro el reloj y no atrasa, el tiempo se pone tenso. Ya no puedo, insoportablemente pesado y con el último suspiro me hundo aún más, las penumbras oscurecen nada se ilumina, casi sepultado: ¿Qué más tengo hacer, decir, decirme?
"-Viste, tenías razón, nunca doy en la tecla-". Lo único que tengo en la cabeza es: Estar solo no tiene que ver con ninguna de mis conclusiones. Estar solo es estar sin vos.
Buen día lunes…
NOTA: Les sugiero que se detengan en el vídeo del artista plástico Leandro Erlich. Pinchen el link: http://www.mecayoelveinte.com/textos/txt_YvesKlein.htm .Vale la pena un segundo intento...
Lo encontré a poco tiempo de tener algunas ideas sueltas y a medio armar en mi cabeza de lo que iba escribir. No sé porque, me deambulaba con mayor peso el deseo de que me debía el intento de aproximarme algunas reflexiones acerca de la soledad. Decidí empezar a escribir y, por azar, hallé en la Web este vídeo de Leandro Erlich (en honor a la verdad, absolutamente desconocido para mí) titulado: “El consultorio de psicoanalista”. Me impactó y aseguro que me gustó muchísimo. Y a su vez introdujo en mi idea inicial la dimensión del cuerpo, del vacío, de los otros, el juego de las imágenes y apariencias, el espejo.
Por otra parte, los que practicamos el psicoanálisis, trabajamos allí con angustias, presencias, sufrimientos, palabras, vacíos, síntomas, en fin con la soledad acompañada del Sujeto. Desde ya la obra enriqueció mi perspectiva y me ayudó a pensar la temática. Por ello, agradezco al artista por su producción. http://www.buenosaires.gov.ar/areas/cultura/arteargentino/04biografias/erlich.php
Por último, para que no se sientan tan solos, los dejo en compañía de un maestro: Walter Malosetti.
Hoy no es sábado, claro, ya es domingo. Terminé de encender el fuego. El sol de una mañana tardía se encuentra herido de muerte, las nubes invernales han hecho su frío trabajo. No quería excusas que me decaigan, el invierno puede que venga como anillo al dedo en tal caso.
Regresé a los preparativos con entusiasmo. Lo único que quiero es que salga todo como lo había imaginado: la mesa servida, los amigos indicados para la ocasión (excluidos lo de mal carácter, pesimistas, los que llevan la agenda en la lengua, los proclives a los bostezos, abstemios, futuristas, los que nunca se olvidan la hoja de ruta, entre otros). Música con sahumerio “made in india” incluido, con tal de darle buena onda al momento. Para ir al grano, el plan consistía en sacarse de encima a la soledad, salirle al ruedo sin desesperación pero con la firme convicción de hacer algo diferente con ella, caerle de sorpresa y si fuese necesario torearla. Mirarla de frente.
Salí al patio; en la parrilla las brasas demandan carne y sus pedidos son órdenes. El asado ruidoso le da ritmo al ritual. En un instante mirando el fuego como hipnotizado me cuestiono: ¿Qué será la soledad?
No me refiero a la soledad circunstancial que abraza una pérdida de algo o alguien importante, querido… Mientras me lamo la ausencia me recupero, cicatrizo, reciclo una herida, amortiguo recurriendo a mis reservas, toda una elaboración. No es por ahí.
Y tampoco es aquella que se eternifica con la pérdida del otro convirtiéndolo en sinónimo de pérdida de Todo. Con el otro se va la existencia, el mundo, la propia vida. Sería engolosinarse con la tragedia hasta que destile olor a melancolía donde una vocesita punzante y penosa nos acorrala diciendo: “la vida no tiene sentido…”, extendiéndose a su brazo armado; el suicidio.
Ni es aquella soledad omnipotente que se calza el traje del aislamiento. Sí, el de la isla paradisiaca del pensamiento cuya principal bandera flameante lleva inscripto el refrán: “Más vale solo que mal acompañado…”. Esta soledad nos hace abrazarnos y tocarnos a nosotros mismos y se la suele denominar amor propio (para otros autoestima). Es el amor de nuestros desvelos, como son los primeros amores, pegajosos, y tienden a satisfacerse solos. Nunca se ponen en riesgo son esencialmente, en el fondo, tristes y aburridos.
No estoy hablando de la soledad doliente y exhibicionista que por momentos es un llamado, una manera de seducción, de atraer al otro…como un plan estratégico.
Sin embargo mi soledad distaba de ser un atributo dramático.
De pronto, un ruido humano me saca de las conjeturas. Llegan los comensales, el ambiente se puebla de brindis, risas, anécdotas, la carne estaba como nunca, conversaciones borrachas, postre. La sobremesa se estiró hasta la tarde. Gente revoloteando por la casa con mate y facturas en mano, mientras el gris plomizo del cielo se opaca más todavía. Entrando en la franja horaria de las 7 p.m. los ánimos decaen levemente. Mirar el reloj parece un ejercicio de moda: siempre tienta a más de uno. ¡Peligro!, zona de riesgo: el entusiasmo tiende a apagarse como de repente se marchitan las rosas bien intencionadas del florero que descansan arriba de la chimenea.
Retorna la eterna pregunta: ¿Qué le sucede a la gente los domingos por la tarde? No sé, pero algo pasa.
Sale la última persona que queda en casa. Cierra la puerta, antes me saluda con un afectuoso abrazo, después se va. Ya no hay nadie que desee sostener una conversación ni que pida determinada música. La pandilla antisoledad abortó el plan.
Reviso las habitaciones, ventilo el ambiente abriendo todo lo que se tenga que abrir (ventanas, ropero, puertas, banderolas, heladera). Estoy solo y puedo hacer lo que quiera… el mutismo se instala. Ahí en el medio de la quietud sin alarmarme, me arropo en el deslucido gabán del coraje y decido salir a dar un paseo. Afuera, ni un alma; un auto pasa con ritmo de domingo, quemando combustible para así incendiar el tiempo. Continúo con el recorrido, camino mirando los detalles de las baldosas (colores, roturas, texturas, las que faltan, las tramposas, las fuera de lugar), piso las últimas hojas de un otoño que languidece despidiéndose. El viento de la calle intenta limpiar los olores dominicales.
Una vidriera me ilumina la cara. Levanto la vista, observo la ropa del maniquí y la imagino en mí. El maniquí tiene una mirada de muerto reciente, no me entusiasma mucho la idea de ser él, su ropa dejó de ser seductora.
Cae la noche y más frío, comienza a lloviznar, no tengo ganas que un resfrío sea el que me acompañe en los próximos días, aunque pueda mantenerme ocupado. No estaría tan solo, sería la gripe y yo. Suena a título de película de bajo presupuesto y cuyo protagonista sería un monótono hipocondríaco de escaso vuelo.
Apuro el paso y cruzo el bulevar en una esquina cualquiera. Luego me detengo en un pequeño kiosco a comprar una cerveza para aceitar los engranajes y un chocolate, a pesar que no soy amante de lo dulce. Resuelvo regresar.
Llego a mi domicilio. Lo primero que piensan los hombres cuando están solos es: “Qué bueno sería deambular tranquilamente desnudo por la casa…”. Así es, decidido termino la cerveza de un trago y empiezo a sacarme la ropa a ritmo de un stripper mal nutrido y de baja estatura hasta quedarme en calzoncillos…voy por más.
De repente percibo una vergüenza y miro a los costados por las dudas que las paredes me delaten. No tengo el valor suficiente para continuar. Desisto de la idea y comienzo a vestirme nuevamente. Busco el pantalón mirando el piso; ahí estaba, de alfombra justo debajo de mis pies. Con un rápido movimiento vuelve a ser pantalón. Me toco el bolsillo derecho, introduzco la mano y al sacarla: ¡Sorpresa! Un chocolate derretido se escurre entre mis dedos; a medida que lo miraba recordaba tus pedidos. El puré de chocolate es el representante de lo que no te dí, ni antes ni durante ni después que nos dijésemos para siempre adiós. ¡Ah! y casi me olvido de aquel momento cuando el florero con flores bien intencionadas venía por el aire y esquivé de puro reflejo; una imagen que jamás se me borrará de la memoria.
No extraño ningún tipo de ausencia en sí. De golpe, el chocolate me condujo al vacío de mi cuerpo que se encuentra recubierto de formas, acciones, ideas, palabras que poco protegen. Me rasco la cabeza y con esfuerzo pienso: "-Es imposible la soledad-" Siempre existe el ronroneo de un Otro desde el interior de nuestras entrañas, desde lo más profundo, llámese alma, espíritu, cultura, recuerdos, dios o lo que fuese. En el mejor de los casos existe un diálogo que amortigua la prepotencia de la nada.
Ya es tarde, así y todo, no me convenzo. Observo a mi alrededor y me doy cuenta; que estoy solito e inquieto. El tiempo empezó a correrme; me corre y se va escabullendo. No quiero quedarme rezagado, es decir, enredado al hueco disimulado con forma de domingo. Ni teorías, ni hipótesis, ni conjeturas me sacan de las arenas movedizas del último día de un especial fin de semana. Enhebro una terminante definición; me tiembla el pulso pero no importa, me comprometo a que sea casera, auténtica y propia. Se mezcla con los pensamientos un miedo que da calambres. Miro el reloj y no atrasa, el tiempo se pone tenso. Ya no puedo, insoportablemente pesado y con el último suspiro me hundo aún más, las penumbras oscurecen nada se ilumina, casi sepultado: ¿Qué más tengo hacer, decir, decirme?
"-Viste, tenías razón, nunca doy en la tecla-". Lo único que tengo en la cabeza es: Estar solo no tiene que ver con ninguna de mis conclusiones. Estar solo es estar sin vos.
Buen día lunes…
NOTA: Les sugiero que se detengan en el vídeo del artista plástico Leandro Erlich. Pinchen el link: http://www.mecayoelveinte.com/textos/txt_YvesKlein.htm .Vale la pena un segundo intento...
Lo encontré a poco tiempo de tener algunas ideas sueltas y a medio armar en mi cabeza de lo que iba escribir. No sé porque, me deambulaba con mayor peso el deseo de que me debía el intento de aproximarme algunas reflexiones acerca de la soledad. Decidí empezar a escribir y, por azar, hallé en la Web este vídeo de Leandro Erlich (en honor a la verdad, absolutamente desconocido para mí) titulado: “El consultorio de psicoanalista”. Me impactó y aseguro que me gustó muchísimo. Y a su vez introdujo en mi idea inicial la dimensión del cuerpo, del vacío, de los otros, el juego de las imágenes y apariencias, el espejo.
Por otra parte, los que practicamos el psicoanálisis, trabajamos allí con angustias, presencias, sufrimientos, palabras, vacíos, síntomas, en fin con la soledad acompañada del Sujeto. Desde ya la obra enriqueció mi perspectiva y me ayudó a pensar la temática. Por ello, agradezco al artista por su producción. http://www.buenosaires.gov.ar/areas/cultura/arteargentino/04biografias/erlich.php
Por último, para que no se sientan tan solos, los dejo en compañía de un maestro: Walter Malosetti.
Saludos cordiales y hasta la próxima.
P.D: En memoria de doña Antonia Giaccomelli.
Muy interesante Fabian, y me parece "el tema" para escribir en primera persona, barbaro compartiendo..........
ResponderEliminarFABI. AMIGO RARO...AMISTAD RARA PERO MUY LINDA, AMISTAD QUE GENERALMENTE NO NECESITA DE MUCHAS PALABRAS PARA ENTENDER COSAS DE LA VIDA QUE AVECES DUELEN TRANSITAR....
ResponderEliminarME ENCANTO " LA SOLEDAD.... QUIEN NO HA EXPERIMENTADO ESA EXTRAÑA SENSACION DE SOLEDAD, NO TIENE LA CAPACIDAD DE DE SENTIR, DE ESCUCHARSE EN SU PROPIA SOLEDAD.
VOS!!!! UN GRANDE DUDO QUE PUDIERA ALGUIEN PODER HABLAR ASI DE TREMENDO TEMA Y LOGRAR QUE QUIEN LO LEA TENGA TANTAS SENSACIONES ENCONTRADAS COMO ACABA DE PASARME MIENTRAS LO LEIA.ME ENCANTA UN GRAN TEMA , TRATADO CON MUCHA GRANDEZA COMO ES CARACTERISTICO EN VOS.
SEGUI SORPRENDIENDONOS, CADA DIA TU FACILIDAD DE TRANSMITIR ES MAS GRANDE
SANDRA
FABI ESTA ESPECTACULAR EL ARTICULO, MUY INTERESANTE Y PARA PENSAR..... SOY UN GENIO!!! SEGUI ESCRIBIENDO PARA DELEITAR MI POBRE LECTURA. VALERIA
ResponderEliminarme gustó mucho..¡
ResponderEliminarExcelente el blog, buenas historias pensantes rozando el humor,tristes,buen gusto por la música, arte. Me deja la inquietud de más.
ResponderEliminarExcelente Fabi!!!
ResponderEliminarInteresante mirada psicoanalítica de la "Soledad"........ y es cierto " LA SOLEDAD NO EXISTE....SIEMPRE HAY UN OTRO.....EN NUESTRO INTERIOR".
uuhauuu!!! MUY BUENO... Q LABURO..ME GUSTÓ MUCHO EL RECORRIDO Q HAS HECHO, ES UN TEMA Q ME HACE RUIDO POR LO TANTO LEERLO FUE COMO UNA SESIÓN DE ANÁLISIS,... ME IMPACTÓ LA PUESTA DEL ART. PLAST. HASTA INCLUSO POR MOMENTOS ANGUSTIARME,... EVIDENTEMENTE ALGO DEL OBJ SE JUEGA ALLI... DESPUES CHARLAMOS,ELIANA.
ResponderEliminarEn primer lugar: Gracias por las flores¡ Y me entusiasma la idea que este espacio les vaya dejando algo, no importa, lo que sea. En el fondo son palabras y ellas nos amortiguan lo insoportable que en ocasiones se convierte el tránsito por vida.Subrayo en ¨ocasiones¨.
ResponderEliminarLa idea del blog continúa siendo, aunque parezca pretenciosa, que las palabras tejan historias. Y nos lleguen con un peso diferente y que algo nos deje a todos. Y en cuanto a mí aseguro que tienen un efecto.Por ello ahí vamos,gracias por la compañía y las flores... fabián
Tu forma de transmitir es excelente. Me alegra que puedas compartir y expresar por este medio tus ideas, tus sentimientos, tus gustos. Te sigo apoyando y acompañando como el primer día. Animáte a más!. Te amo.
ResponderEliminarSos mi compañera de ruta. Gracias por tu apoyo,tiempo y aguante. Sos parte fundamental de la idea. Y con Luz me alumbran el camino. Fabián
ResponderEliminarApreciado amigo, me alegra tu iniciativa, de más esta decir que la apoyo, comparto algo de mi soledad contigo, abrazos desde san luis, que vos sabes, es parte de tu vida.
ResponderEliminarmosco
La Soledad
Detrás de cada incierta puerta
año tras año
siempre me espera
la soledad
vestida como nube de algodón
mi soledad sirve café
me observa
y muy atenta
disfruta mis silencios…
en este invierno es especial
mi soledad
ha abierto todas las puertas de mi alma
se entregó desnuda al sol
serenita retoza en el césped del patio
escucha y disfruta
del canto de los pájaros
bebe agua fresca y me convida
me da palabras
yo estoy sentado
en la pradera de sus nalgas
canto con ella
me siento pájaro
vuelo sereno por el firmamento
y llego inmenso hasta la cima
de estos versos…
mi soledad es insaciable
me pide más y más incertidumbres:
¡respirá! ¡salí a pasear!
¡bañáte! ¡ve a trabajar!
¡hacé el amor! ¡sentí!
me llena el bolso y la esperanza
de palabras
así yo… enfrento al mundo…
el telón del amor
se cae y se levanta
la brisa suave
se estrella contra mi alma
y sigo caminando mi destino
de letras solitarias
y manos solidarias…
inmediatamente
me tiento a abrir las puertas
de otras soledades
y vuelvo ha ser
por un momento inmenso
nuevamente pájaro
canto matinal
efluvio
amante insaciable
y llego al puerto fresco
de otras soledades
les cebo un mate
les hablo
les nostalgio
les hago cosquillas en el vientre
las beso y las rebeso
les cuento un poco de mi soledad
y luego marcho…
mi soledad
es muy solicitada
y es etéreamente solitaria
y a diferencia de otras soledades
mi soledad es buena…
me goza
me disfruta
me acompaña…
siempre marchando
con otras soledades
siempre en un puente
rumbo al infinito
siempre en un puerto
donde nadie llega
siempre lo incierto
lo compacto
lo concreto
siempre en los ojos
de los niños tristes
siempre guerrera
siempre protestando
siempre en las marchas
de pan y de trabajo
siempre en un río
cristalino y puro
siempre en los ojos
de mi bienamada
siempre presentes
yo
y mi soledad
Juana Koslay, jueves 16 de julio de 2009, 15: 37 horas
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarGracias mosquito. Lindo comentario, me saco el sombrero. Un abrazo infinito¡
ResponderEliminarla crónica muy buena, el video de arte todo un descubrimiento, y malosetti el postre. Buena idea¡
ResponderEliminarExcelente! Me gustó mucho el post y la idea del blog. Karina.Cordoba Capital
ResponderEliminar"Afuera, ni un alma; un auto pasa con ritmo de domingo, quemando combustible para así incendiar el tiempo"
ResponderEliminarMe encanto esto loco, pero me gusto más porque lo leí un sábado...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarLeí el escrito, el censo, la noticia de la muerte de Kirchner. Más domingo que nunca
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