martes, 17 de agosto de 2010

    


 LA GATA



                                   

     ¨Todos los espejos llevan mi  nombre¨
                                                              Jacques Rigaut.     


                                                                                                           ¨Si uno se siente mal, mira a los gatos
                                                                                                            y se siente mejor, porque ellos 
                                                                                                          saben que las cosas son como son.
                                                                                                          No hay por qué entusiasmarse y ellos
                                                                                                          lo saben.¨
                                                                                                                                 Charles Bukowski.  

Me encuentro enfrentado a mi PC. A pesar del esfuerzo, no se me cae ni media idea para comenzar a escribir un nuevo post. De pronto, contemplando el teclado y el monitor, un movimiento familiar me saca de foco y de la presión propia. Miro por arriba de la pantalla y me detengo en esas coordenadas: es mi gata, se acaba de trepar en la biblioteca. Comienza a rozarse con la sensualidad que le es propia a la especie pero en ella parece acariciar lo erótico. Los libros, son los elegidos como partenaire de turno. De repente se detiene en unos y los olfatea, se refriega nuevamente; sus bigotes y hocico develan cierta inquietud que aumenta hasta llegar al impulso de apoderarse de aquello que le atrae. Va por más: mete la pata entre unos libros y aparecen las uñas; los tiene en la mira sus pupilas se dilatan aglutinando adrenalina. A modo de un cirujano insiste y los extrae con su garra hacia sí, como si quisiese sacarlos del encastre de la biblioteca. Lo logra: los libros caen y golpean con un ruido seco quedando en posición horizontal todo a su merced. Vaya a saber uno para qué. La curiosidad puede con ella. ¿Qué querrá? Sólo mi gata lo sabe.


Había comprado esos libros unos días atrás. Recuerdo que me encontraba en una librería de segunda mano leyendo unas contratapas. De pronto irrumpieron dos señoras de mediana edad, una de ellas corpulenta con aire teatral y de elegancia forzada, su rostro pintado como una puerta. La diferenciaba de ésta el olor a cosmético acumulado que emanaba. La otra mujer, todo lo contrario: desalineada como despertándose de una pesadilla, traída a la fuerza, temblorosa con olor a insomnio. Su cara pálida delataba pánico e incomodidad, ojos desorbitados, como resistiéndose en la antesala de una prematura y frágil vejez. Más candidata a una consulta psiquiátrica que ser una ociosa lectora. No podía dejar de mirarlas. La de la máscara, la envolvía y sujetaba con un brazo, movía los labios con desesperante seguridad y sin pausa al oído. El otro brazo estirado, y con la mano derecha estrangulaba a un libro, como quien empuña la férrea convicción que es allí donde se encuentra la palabra sagrada. Lo sagrado tiene su autoridad, convoca multitudes.
Saliendo casi de la librería y desde la puerta, una de las mujeres, por supuesto la directora de la escena, tuerce el cuello, me mira y dice, con voz ronca de tabaco: -“Te lo recomiendo nene, a mí me salvó…-”. Dije dentro mío: ¿De qué…? ¿Me habrá visto cara de escuchador? después reprimí... Para no ser descortés respondí: -¡Gracias señora! Lo voy a tener en cuenta. No obstante algo despertó en mi. La intriga: ¿Qué secreto encerrarían los valorados libros?
Pasaron unos segundos, relojeo por la vidriera como espiando la suerte de las señoras. Las dos al galope se alejan con la compra atesorada contra el pecho y con el peso a cuestas de ser personas.

"La curiosidad mata al gato". Clinck-caja, a falta de uno me llevo dos. Y no cualquiera sino de los bien conocidos libros de “autoayuda”. Siempre los había subestimado aún sin leerlos. Nietzsche sostenía: “lo que no te mata te fortalece”. Zafé del destino del gato, pero no de la experiencia voluntaria de leer la mentada literatura del amparo.
Extraje algunas conclusiones: En principio los libros que leí no son iguales, aunque poseen características comunes, por ejemplo: no son difíciles de leer, ni tienen un vocabulario técnico, el mismo se evita debido a la tendencia a que sean populares. Tampoco se dirigen a alguna clase social en particular. Repletos de casuística, de ejemplos y breves biografías, experiencias e historias tendenciosas. Estadísticas de donde se sustraen viciosas verdades traducidas en números. Se pondera la emoción y los sentimientos. Abrir un libro de autoayuda no es una operación intelectual, sino emocional, sentimental y en última instancia hasta con cierto vuelo religioso, siendo el mercado el que reúne las condiciones de dios único. Hay una repetición semántica, dicen mil veces lo mismo. Son difíciles de leer hasta el final, si el lector no se entrega al tácito juego propuesto.
La característica más notable de la mencionada literatura es la relación del autor con el lector. El autor nos comienza a cuidar, nos habla y nosotros lo escuchamos. Comienza a modo de un ¨murmullo¨ como una voz guardiana. La lectura es cautivante y acompaña, creando cierta atmósfera de fascinación mientras nos guía.
Existe en el recorrido de los párrafos ejemplos que debemos cotejar con los nuestros, que ponen en marcha recuerdos de dolor, culpabilidad, humillación, entre otros. Aunque no se hallan presentes en nosotros, poseen la habilidad de fabricarlos promoviendo así identificaciones. El lector se encuentra frente a la mirada del otro que lo atrae y lo completa, en última instancia lo unifica.
Los autores introducen diversas técnicas que tienen que ver con ¨el poder mental¨ que nos permiten dirigir nuestro destino con promesas de éxito, siempre y cuando tomemos como propio el recetario de la felicidad ofrecido. En un primer paso del abordaje es desde los errores, equivocaciones en fin  desde la cartelera de la desdicha , cuyo cimiento principal es la autodestrucción. Una vez concientizado y dominado estos puntos, aparece ¨la clave de la felicidad¨. Todo el proceso es encausado por el autor, el mismo se fusiona con nosotros; y en un juego de imágenes terminamos cuidándonos a nosotros mismos. Como si se tratase de un diálogo con un espejo. Se sabe, perdón por la ironía, el resultado de ¨hablar con el espejo¨: En caso que persista más de las horas estipuladas (8 horas más o menos) recurrir con cierta urgencia a la guardia psiquiátrica más próxima del lugar de residencia. Si fuese menor el tiempo se trataría de un ataque de estupidez. Para ello, lo más recomendable es evitarse la preocupación. Es decir, paciencia que pasa…Se encuentra la imagen y uno, el libro y el lector, fusionados.

Para comenzar a limpiar un poco el espejo, es necesario abordar y cuestionar el punto en el cual desde estos libros se lanza una solución igual para todos los lectores. Es decir, se instituye una respuesta universal para todo padecimiento. Hay una tendencia de globalizar la solución como si todos fuésemos iguales, homogéneos, cortados por la misma tijera (como si se tratara de objetos). Se pierde bajo esta óptica la singularidad, la dimensión histórica perteneciente a cada sujeto. De todos modos habrá que ser cautelosos ya que tienen su terreno ganado. No son libros aislados, forman un bloque compacto de una idea dominante apuntalada por los sufrientes lectores y la lógica del mercado. Hubo zona liberada y nosotros, los bienpensantes tan distraídos que, inesperadamente nos usurparon el espacio. Pobres víctimas indefensas, todo por ingenuos. Lo cual no nos exime de responsabilidad de dejar el terreno baldío.
No obstante la ¨literatura del consejo¨, además puede aliviar eventualmente el padecimiento. Se asemeja al efecto de un boomerang: una vez lanzado, tarde o temprano retorna al mismo sitio; la cura milagrosa se agota y el espejo comienza a empañarse.
Vuelvo a observar a mi gata, no acusó el más mínimo recibo del refrán, continúo con su vida felina, el show en la biblioteca terminó. Más aún: su curiosidad cesó por completo, se encuentra echada y enroscada en sí misma como si su cuerpo le diera forma de espiral. Le cuelga la cola, se  balancea como un péndulo quizás marcando el tiempo que transcurre. Con una pata se cubre unos de sus ojos para que la luz del ventanal no perturbe el sosiego que la envuelve. Su insistencia en los libros no la mataron, todo lo contrario, sino éstos se transformaron en el colchón que acoge su momento de dormir. Ahí quedaron, son todo suyos, que haga lo que quiera.Y parece que lo que quiere lo ha alcanzado.
Por último: ¿Y las Señoras? Sólo ellas sabrán…






Nota: Navegando en la curiosidad, encontré en la web a una novelista nigeriana: Chimamanda Adiche (1). En la misma sintonía que el post anterior (Leandro Erlich-artista) la escritora es totalmente desconocida para mí, confieso debo ser sincero; no tenía la más remota idea de su existencia. El hallazgo me gratificó y luego de escuchar su discurso inmediatamente empujó a mi deseo para que lo comparta con ustedes. Introduce de manera entretenida la historia como un acontecimiento singular o al menos así me llegó. Espero que sea de su agrado
*Antes de iniciar su reproducción clickear en view subtitles y elegir el idioma para subtitularlo.




Dan ganas de pararse y aplaudir. ¡Gracias! Chimamanda Adiche.
(1) http://es.wikipedia.org/wiki/Chimamanda_Ngozi_Adichie



A modo de despedida, Matisyahu (Matthew Miller)
rabino newyorkino, quien une música y espirtualidad. Si les gustó, dejo una perlita.. ¡Hasta la próxima!


PD: Lua como "La Gata".

9 comentarios:

  1. caso por caso, total para englobar, evaluar y clasificar están
    las ciencias y las neurociencias
    Admiro que hayas leído los libros porque yo no me lo bancaria
    y excelente la frase de Nitzche.

    Un saludo, Claudia

    ResponderEliminar
  2. fantastica Chimamanda Adiche, matisyahu increible, gracias por encontrar esas joyas!!! muy buenos aportes. Esto si que no es autoayuda.... gracias por ayudarnos a pensar....

    ResponderEliminar
  3. Claudia, también pienso que la escucha y el inconsciente del analista tiene que hacer su oferta. Esta debe estar dispuesta a competir: psicofármacos, otras terapias, libros de autoayuda, los rótulos que comercian enfermedades (por ej: el stress), entre otras más. Y a su vez es nuestra responsabilidad, de estar advertidos el riesgo de no quedar enredados al discurso capitalista, sino será imposible encontrarse con lo singular, y seguiremos perdiendo por goleada... Gracias por tu aporte! Un saludo grande.

    ResponderEliminar
  4. Soy estudiante de psicología y me quedé pensando en la relación que hacés entre la gata y las señoras...Qué habrá allí?
    Me pareció interesante. Carla. Mendoza.

    ResponderEliminar
  5. Como verás la gata es fiel a su instinto, no duda ni vacila, sabe. No sucede lo mismo con las señoras van en busca de un saber en los libros de autoayuda. Existen vacilacones,dudas, síntomas por ser sujetos de lenguaje, la palabra nos trastoca.
    Al fin la gata parece no tener mayores dificultades. Interesante tu aporte Carla. Gracias¡

    ResponderEliminar
  6. Hola chelo! es muy interesante el recorrido por el cual nos llevas...lo lei enganchadísima.en contrapuesta a lo instantáneo,a fórmulas mágicas y peligrosos slogans,tu propuesta es la pausa de lo singular..que bueno!!es un gusto,saludos.perdón,pero no tengo críticas.

    ResponderEliminar
  7. He leido algunos de tus posts. Y este en especial me pareció diferente. Es interesante la temática. Esa mirada de lo subjetivo me parece piola. Hasta la próxima¡
    Leandro.

    ResponderEliminar
  8. Muy interesante¡ Es tal cual así se manejan los libros de autoayuda. Espero el próximo

    ResponderEliminar
  9. Muy bueno el blog. El tema es que los libros de autoayuda son tomados como terapias, y son libros y es allí dónde radica la confusión. Saludos, a la espera del próximo post.

    ResponderEliminar